El duelo por la pérdida del empleo

El duelo por la pérdida del empleo

Cuando oímos hablar de duelo, por regla general pensamos en la muerte, y suponemos que se refiere a la tristeza que sentimos tras el fallecimiento de un ser querido. Aquí podemos identificar dos creencias erróneas muy comunes: la primera, que el duelo se refiere a la muerte, y, la segunda, que el duelo implica estar tristes. En este artículo intentaré aclarar ambas confusiones y pondré de manifiesto la importancia de atravesar de manera consciente el duelo por la pérdida del empleo , para transformar esta situación tan desagradable en una oportunidad de crecimiento y proyección.

Lo primero a tener en cuenta es que el duelo es un proceso natural por el que pasamos cada vez que perdemos algo o alguien con quien teníamos un vínculo significativo, no solo cuando fallece alguien a quien queríamos. El duelo es el proceso a través del cual, nos vamos adaptando tanto interna como externamente a la nueva realidad en la que ya no está aquello que perdimos.

Por tanto, primera creencia errónea aclarada: el duelo no se refiere solo a la muerte, sino que abarca otros tipos de pérdida como pueden ser: una ruptura de pareja o ruptura con familiares o amigos cercanos; la pérdida del país y/o ciudad, en caso de migración o traslado; pérdida de la vivienda por un incendio o embargo, la pérdida de una etapa del ciclo vital, como dejar atrás la juventud, y por supuesto la pérdida del empleo.

Perder el empleo implica un proceso de duelo que tiene ciertas particularidades, ya que en muchas ocasiones lleva aparejados otros duelos, como el relativo a la pérdida de una parte de nuestra identidad, vínculos sociales, poder adquisitivo, estatus social, la pérdida de ciertas rutinas, etc., y además las implicaciones del desempleo van a variar dependiendo del carácter de cada persona, la edad, situación económica y familiar, contexto socioeconómico, etc.

Aunque cada duelo es único porque cada persona también lo es, hay una serie de características que suelen darse en la mayoría de los duelos, como son la sensación inicial de irrealidad, la búsqueda de “por ques”, la sensación de vacío, etc.

Si bien durante muchos años se hablaba de las “fases del duelo” haciendo referencia a la negación, enfado, negociación, depresión y aceptación, hoy en día la investigación señala que más que fases es más acertado hablar de momentos. En concreto, momentos de estar orientados hacia la pérdida, en los que contactamos con diferentes emociones asociadas a la misma, y necesitamos estar más hacia adentro, elaborando, integrando lo que está suponiendo esa pérdida en nuestras vidas; y momentos de orientación a la reconstrucción, en los que seguimos conectados a las cosas que nos hacen sentir bien, como quedar con amigos/as, hacer deporte, conectarnos con el aquí y ahora.

Aclaremos ahora la segunda creencia errónea a la que hacíamos referencia: estar en duelo no solo implica sentir tristeza. Lo que podemos ir sintiendo a lo largo del proceso puede ser muy variado e incluir enfado, desconcierto, tristeza, miedo, euforia, frustración, falta de valía, alivio, culpa, etc ., y todo ello nos van a dar mucha información sobre nosotros y nosotras mismas, sobre qué hubiéramos necesitado o qué necesitamos.

Una vez aclaradas estas dos creencias erróneas, ¿por qué es importante atravesar este proceso de duelo con consciencia?

Extraer esa información tan valiosa sobre nosotros y nosotras mismas, va a requerir que seamos conscientes de que necesitaremos darnos un tiempo para observarnos, para dejarnos sentir. Para poder cuestionarnos cosas como qué era lo que realmente valorábamos de ese trabajo y porqué, el motivo principal por el que lo desempeñábamos , si era por el salario, el estatus, el trabajo en sí, una mezcla, … evaluar cómo lo conciliábamos con nuestra vida personal, con nuestra salud; Identificar aprendizajes que podremos poner en valor, o necesidades de formación de cara al próximo empleo, etc.

Por tanto, no solo vamos a necesitar que pase el tiempo, sino que vamos a tener que adoptar una posición activa al respecto si queremos transformar la experiencia del desempleo en una oportunidad de aprendizaje desde la que proyectarnos hacia el futuro de manera saludable.

Son muchas las personas que, no teniendo dicha consciencia, o bien se quedan bloqueadas y entran en un estado de apatía, se aíslan y adoptan un papel pasivo, o bien se llenan de planes y de manera compulsiva envían su currículum a ofertas de lo más variadas, sin antes plantearse a qué tipo de empleos o cargos quieren postular , o si el perfil requerido cuadra o no con el suyo.

Además, es importante tener en cuenta que dependiendo del momento de elaboración en el que nos encontremos, puede que nuestro tono emocional y nuestra actitud, no sea la más adecuada para enfrentarnos a un proceso de selección. 

En definitiva, esa falta de “digestión” de lo que supone perder nuestro trabajo, a medio/largo plazo, puede dificultarnos encontrar oportunidades laborales valiosas , puede además impactar en nuestra autoestima , estado anímico, vínculos familiares y sociales, hábitos alimentarios, ciclos del sueño, etc. pudiendo llegar a repercutir en nuestra salud.

Por el contrario, conocer y entender que al perder nuestro empleo vamos a atravesar un proceso de duelo, en el que conectaremos con momentos de elaboración de la pérdida y momentos de reconstrucción, nos va a permitir estar en mejor disposición de darnos el tiempo y espacio para escuchar nuestras necesidades, para cuidarnos, para permitirnos hacer un parón en el que valorar nuestra trayectoria hasta el momento de la pérdida, el impacto de lo perdido y porqué, y desde ahí tener más claro hacia dónde queremos dirigir nuestros próximos pasos.


Autora: Macarena Martini González.  La Enredadera. Espacio de crecimiento.