“Somos invisibles para el resto de la sociedad”. Fue con esta frase con la que me quedé después de leer el artículo que El País está realizando sobre lo que piensan los jóvenes de su futuro en 2021. Es parte de un monográfico que este periódico va a realizar durante varios fines de semana sobre cómo ven los jóvenes su situación actual, y por supuesto su futuro.
¿Por qué me quedé con esta frase? Es sencillo. Hace un tiempo tuve la oportunidad de participar en un programa de televisión donde se trataba la situación laboral de los senior, y casualmente, unas de mis frases al periodista fue “quieren hacernos invisibles, pero yo me niego a serlo”.
Después de leer el artículo mencionado, empecé a pensar en esa frase que muchas veces utilizamos como comienzo de un chiste, ¿en qué se parece….? Haciendo alusión a estas palabras, me pregunté ¿en qué se parecen o tienen en común los jóvenes y los senior en nuestro mercado laboral?
Particularmente saqué las siguientes similitudes, entre otras:
- Ambos tenemos los índices de mayor desempleo en España.
- Estamos sobrecualificados o contamos con una extensa formación.
- No vemos con buenas perspectiva una jubilación digna.
- Tenemos salarios y contratos precarios.
Si hay tantas cosas en común entre estos dos grupos que a priori se sitúan en generaciones distanciadas en el tiempo, ¿no sería bueno pararse a pensar sobre lo que está pasando en nuestro entorno laboral?
No puedo evitar imaginar la cantidad de situaciones en las que esos jóvenes desalentados y poco optimistas (voy a evitar la palabra pesimistas) conviven dentro de un núcleo familiar en el que madres o padres estén en situación de desempleo debido a ERTES, o desafortunadamente ERES, ya consumados o en puertas de consumarse. O simplemente que han sido despedidos porque dada su edad, ya no aportaban valor.
Situaciones en las que un senior, se encuentre con su hija/o millennial lidiando a diario con el “trabajo” de “buscar trabajo”, es decir, realizando tareas diarias como, hacer atractivos sus perfiles en Linkedin, modificar sus currículos para encajarlos en cada una de las ofertas, o mejorando sus competencias personales de cara a futuras entrevistas a través de webinars o formaciones para hacer más productiva esa búsqueda.
Puede parecer una visión romántica el hecho de ver como los miembros de una familia confluyen en los mismos objetivos, pero esto puede ser cualquier cosa, menos algo romántico o ideal. Se puede convertir quizás en un “la unión hace la fuerza” o un mutuo “aquí estoy para escuchar tus frustraciones”. Incluso por qué no, para hacer un coworking familiar de colaboración para mejorar aquellos puntos débiles del otro, por ejemplo, mejorar habilidades para moverse en las redes o páginas de empleo por parte de unos, o cómo hacer y reflejar que la poca experiencia profesional quede vendible en un CV para otros.
Cuando te haces asidua a webinars, o a videos de importantes conferenciantes que abarrotan internet, compruebas que muchos de ellos tienen mensajes comunes. Pero si hay algo que más se repite es la palabra Actitud. Debo decir que es una palabra que me encanta y que pongo en acción casi a diario. Pero, por otra parte, he de confesar que hay días en que mi cerebro reptiliano se apodera de mi córtex frontal y provoca que todas esas palabras positivas depositadas en esa parte de mi cerebro sean anuladas, entre ellas la Actitud.
Tras leer el artículo y escuchar el podcast, te das cuentas de que ellas/os han perdido su ilusión. Esa generación de millennials está viviendo en sus propias carnes que su esfuerzo no está siendo recompensado tal y como les habían contado. Pero también, en muchos casos estarán viendo cómo sus progenitores cualificados y con largos años de experiencias no encuentran un lugar en el mercado laboral y, si lo encuentran, es a costa de salarios y contratos que están establecidos para un primer empleo.
Para nuestra generación de senior es también una situación que no imaginábamos que iba a ser así. Nosotros también pensábamos que nuestro futuro iba a ser mejor que el de nuestros padres. Pero la realidad está siendo otra. A pesar de las adversidades, nos vemos no solo en la tesitura de poner ilusión, ganas, esfuerzo y actitud en nuestra particular carrera por volver al mercado laboral, sino que a su vez, tenemos que seguir transmitiendo a nuestras hijas/os el mensaje de que la formación y el esfuerzo tendrán su recompensa.
Soy una senior cualificada que se levanta todos los días con la actitud y la confianza de encontrar su hueco en el mercado laboral, y de que ese futuro trabajo me permitirá seguir dando lo mejor de mí, es decir, mis conocimientos y experiencia. Me gustaría poder decirle a mi hija adolescente que sí merece la pena estudiar y esforzarse para conseguir un trabajo que esté a la altura de aquello en lo que va a dedicar parte de su vida, su formación. Pero también me gustaría poder decirle con seguridad que no será una generación perdida sin tener la sensación de que le estoy vendiendo humo.
Para ello es muy importante que los senior tengamos un futuro, y ese futuro está en tener un trabajo digno a nuestros conocimientos y experiencias, así como un salario que no solo pueda hacer cumplir los propios sueños, sino poder ayudar en la medida de lo posible, el de nuestros hijas/os. Es necesario que ellas/os vean que su tardía incorporación al mercado laboral tendrá un largo recorrido y que tanto sus experiencias vitales como profesionales serán reconocidas en el mercado laboral.
Me gustaría terminar este artículo volviendo al comienzo. Si la generación millennial (los que serán los próximos empresarios, líderes,…) y la nuestra nos sentimos invisibles, quizá sea momento de hacer visible el problema que tenemos como sociedad en España, porque, de lo contrario, tendremos muchas generaciones perdidas y precarias. Y, por último, otra reflexión; si la inexperiencia juega en contra y la sobre experiencia también, ¿dónde está el punto de equilibrio en nuestro mercado laboral? Démosle una vuelta a este tema.
Artículo escrito por Ana López, Especialista en RRHH.